Segundo Itie. Regularidad (niyama)

Regularidad.
Después de haber cultivado la serenidad, hemos preparado el terreno para este nuevo itie, la regularidad. Sin constancia, no hay progreso.

Semana 1 – Motivación

La motivación suele considerarse el punto de partida de cualquier cambio. Sin embargo, sabemos que la motivación es volátil y no puede ser la base de una práctica estable. Muchas veces esperamos a “sentirnos motivados” para actuar, cuando en realidad sucede lo contrario: la acción genera motivación. En yoga, cuando hablamos de regularidad, no es depender de la inspiración, sino cultivar una dirección clara, para desapegarnos del entusiasmo momentáneo, y así la motivación estará basada en valores que nacen de lo que consideramos importante en la vida.

Cuando pensamos en motivación, a menudo nos enfocamos en metas superficiales: mejorar la forma física, rendir más en el trabajo o lograr reconocimiento. Estas motivaciones son legítimas, pero frágiles. Si el resultado tarda en llegar, la motivación se desvanece. En cambio, las motivaciones profundas, como cuidar la salud, cultivar claridad mental o vivir con coherencia, tienen más estabilidad porque están vinculadas a la identidad. En yoga, el sankalpa funciona precisamente como recordatorio de este nivel profundo: no se trata de un deseo pasajero, sino de una dirección vital.

Un error frecuente es creer que la motivación debe sentirse como entusiasmo constante. En realidad, es normal que fluctúe. La clave está en construir sistemas que sostengan la práctica incluso cuando la motivación es baja. Construir “micro-hábitos”: acciones tan pequeñas que apenas requieren esfuerzo, pero que al repetirse consolidan un patrón. Por ejemplo, realizar una respiración consciente al despertar puede parecer mínimo, pero refuerza la identidad de alguien que practica. La motivación entonces ya no depende de una emoción, sino de la continuidad de un gesto.

El paso más transformador es pasar de una motivación externa a una motivación interna. Practicar no porque “debo” o porque “me toca”, sino porque expresa quién soy y qué priorizo en la vida. La motivación se convierte en un recordatorio de valores y no en una presión. En yoga, la regularidad nos invita a ver cada práctica, por breve que sea, como una afirmación de nuestra identidad profunda. Si entendemos la motivación de este modo, deja de ser una chispa intermitente y se convierte en un motor silencioso que sostiene el camino a largo plazo.

Ejercicios:
1. Lista en 2 columnas de “motivaciones superficiales” (rendimiento, reconocimiento) y “motivaciones profundas” (claridad mental, coherencia). Observa cuál dirige tus decisiones diarias.

2. Plan de acción mínimo: define un micro-hábito (2 min de respiración, 1 saludo al sol) que sostendrías incluso en un día difícil.

3. Journaling: ¿Cuál es la verdadera razón por la que quiero sostener esta práctica?

Lecturas y películas/documentales:
• Atomic Habits – James Clear (psicología de hábitos, motivación desde identidad).

• Jiro Dreams of Sushi (documental sobre perseverancia y propósito).

• La teoría del todo (Hawking: motivación más allá de limitaciones).

Semana 2 – Orden de prioridades

La regularidad depende menos de la fuerza de voluntad y más de la claridad en las prioridades. Cuando todo compite por nuestra atención, lo urgente se impone a lo importante. En yoga, dar prioridad a la práctica significa reconocer que es un pilar, no un accesorio. Aprender a gestionar el tiempo del que disponemos, la clave no es llenar la agenda, sino elegir qué merece espacio. Ordenar prioridades es, en última instancia, un ejercicio de discernimiento, de viveka: ¿qué tiene verdadero peso en mi vida?

La dificultad para priorizar proviene de la ilusión de que “todo es igual de importante”. Esto lleva al agotamiento y a la sensación de falta de tiempo. Hay que aprender a clasificar tareas urgentes, importantes y accesorias. Aplicada al yoga ¿dónde ubico mi práctica? Si siempre la coloco en lo “opcional”, quedará relegada. El orden de prioridades se vuelve visible cuando decido conscientemente en qué invierto mi energía diaria. No priorizar equivale a dejar que las demandas externas decidan por mí.

En la tradición del yoga, el discernimiento (viveka) es central. La Bhagavad Gītā plantea que la confusión surge cuando se confunden los fines con los medios. Si mi objetivo es claridad mental, pero lleno mi día de tareas irrelevantes, el resultado será dispersión. Ordenar prioridades significa también aprender a decir “no”. Cada vez que renuncio a algo accesorio, libero espacio para lo esencial. Este “no” no es rechazo, sino afirmación de un “sí” más grande: el compromiso con lo que realmente me nutre.

El orden de prioridades no es fijo, sino dinámico. Habrá etapas en que la familia, el trabajo o la salud requieran más atención. La regularidad en yoga no exige rigidez, sino la habilidad de recolocar la práctica en cada contexto sin perder su centralidad. Lo esencial es que la práctica nunca desaparezca del mapa. Puede reducirse en tiempo o forma, pero no en importancia. Así, el orden de prioridades se convierte en un mapa flexible, donde el yoga ocupa siempre un lugar visible y no negociable dentro de la vida cotidiana.

Ejercicios:
1. Matriz de Eisenhower aplicada al día a día (urgente/importante).
2. Eliminación: elige una actividad semanal que no aporta a tu propósito y elimínala por 7 días.
3. Journaling: ¿A qué estoy diciendo “sí” cuando digo “no” a mi práctica?

Lecturas y películas/documentales:
• Bhagavad Gītā (cap. II: discernimiento sobre el deber).
• The Minimalists: Less is Now (documental sobre prioridades).
• El dilema de las redes sociales (cómo se distorsionan nuestras prioridades).

Semana 3 – Disciplina diaria

La disciplina suele interpretarse como dureza o autoexigencia, pero en realidad se entiende como autorregulación: la capacidad de alinear comportamientos con valores a largo plazo. En yoga, la disciplina diaria recibe el nombre de sadhana: una práctica personal que no busca perfección inmediata, sino transformación progresiva. La disciplina amable se diferencia de la autoexigencia rígida porque se sostiene en la convicción, no en la culpa. Practicar a diario no significa imponerse, sino recordar cada día qué dirección quiero tomar.

La neurociencia nos cuenta que los rituales preparan a la mente y hacen que la disciplina sostenible. Si cada vez que practico necesito decidir dónde, cuándo y cómo, gasto energía mental que me acerca a la excusa.
En cambio, un ritual de inicio sencillo (respirar tres veces, encender una vela, extender la esterilla), tener un espacio donde practicar, crea una señal clara para la mente: “ahora comienza la práctica”. La disciplina se apoya en la repetición de estos marcadores, que automatizan el comportamiento. La fuerza de voluntad es limitada; los rituales son recordatorios que la reemplazan.

Otro aspecto clave es verbalizar la intención. La disciplina es más frágil cuando se sostiene solo en la individualidad. Al compartir un compromiso con alguien, un compañero o un grupo de práctica, o incluso contar nuestros planes a alguien cercano, añadimos un nivel de responsabilidad externa que refuerza la constancia. No se trata de control, sino de apoyo mutuo. En yoga tradicional, la figura del maestro y la comunidad (sangha) cumplen este rol: sostener la práctica cuando la motivación individual decae.

La disciplina diaria no es un fin en sí mismo, sino un medio para cultivar libertad interior. Paradójicamente, cuanto más estable es mi disciplina, más libre soy de los altibajos emocionales y de la dispersión mental. En este sentido, disciplina no es cárcel, sino estructura que sostiene. En yoga, la regularidad permite que la práctica deje huella profunda en la mente. Una disciplina amable, sostenida en rituales y en comunidad, se convierte en el soporte que transforma la intención en hábito y el hábito en estilo de vida.

Ejercicios:
1. Diseña un “ritual de inicio” de tu práctica (ej. poner incienso, respirar 3 veces) Repite 7 días.
2. Establece un contrato de hábitos: comparte con alguien tu compromiso diario de práctica.
3. Journaling: ¿Cuál es la diferencia entre disciplina y autoexigencia en mi vida?

Lecturas y películas/documentales:
• The Power of Habit – Charles Duhigg.
• Free Solo (disciplina extrema en escalada).

Semana 4 – Obstáculos habituales

En todo proceso de regularidad aparecen obstáculos. Patañjali los llama antarāyas: enfermedad, pereza, duda, distracción, falta de energía, entre otros. Enel mundo contemporáneo se traducen como procrastinación, autoexigencia o desánimo. Lo importante no es eliminar los obstáculos, sino reconocerlos y aprender a responder sin identificarse con ellos. La práctica real empieza cuando surgen las resistencias: si todo fuera fácil, no habría transformación. Nombrar los obstáculos permite verlos como parte del camino y no como fracasos personales.

Un obstáculo común es la creencia de que necesito condiciones perfectas para practicar: silencio absoluto, tiempo abundante, energía alta. Esta exigencia de perfección paraliza. En realidad, practicar en condiciones imperfectas es más valioso, porque entrena la flexibilidad mental. Hacer una respiración consciente en medio del ruido, o sostener una postura breve en un día difícil, enseña a integrar la práctica en la vida real. El obstáculo entonces deja de ser una excusa y se convierte en escenario de entrenamiento.

Otro obstáculo frecuente es la voz interna de la duda: “¿realmente sirve de algo?”, “no tengo disciplina suficiente”. Aquí nos tenemos que recordar que los pensamientos no son hechos, sino interpretaciones. Al cuestionar esas narrativas, se abre espacio para actuar de otro modo. En yoga, practicar vairāgya (desapego) nos invita a no engancharnos con el discurso mental. Observar la duda como nube pasajera permite seguir practicando, aunque la mente diga lo contrario.

El mayor cambio sucede cuando dejamos de luchar contra los obstáculos y aprendemos a relacionarnos con ellos. Trabajar la aceptación y el compromiso nos enseña a no esperar a que el miedo, la pereza o la incomodidad desaparezcan para actuar, sino avanzar en compañía de ellos. En yoga ocurre lo mismo: cada obstáculo es maestro. La regularidad no surge de eliminar dificultades, sino de atravesarlas con paciencia y flexibilidad. Practicar en medio de los obstáculos es lo que fortalece la constancia y da profundidad a la experiencia.

Ejercicios:
1. Registro de obstáculos: durante una semana por qué no practicaste. Detecta patrones.
2. Implementación de intenciones: define un plan si no puedes realizar tu práctica (ej. “Si llego tarde a casa, haré 5 min de respiración en la cama”).
3. Journaling: ¿Qué excusa repito más y qué necesidad encubre realmente?

Lecturas y películas/documentales:
• The Happiness Trap – Russ Harris (ACT: aceptación de obstáculos).
• Inside Bill’s Brain (documental sobre Bill Gates: cómo lidia con obstáculos y foco).

Semana 5 – Constancia en la práctica

La constancia es el corazón del Itie de regularidad. No significa intensidad, sino repetición a lo largo del tiempo. En neurociencia se habla de neuroplasticidad: cada repetición refuerza una red neuronal hasta automatizarla. Satyananda decía: “Un poco, pero cada día”. La constancia no busca grandes logros inmediatos, sino un efecto acumulativo. Igual que una gota horada la piedra, la práctica diaria, aunque breve, va moldeando la mente y el cuerpo de manera profunda.

Un error habitual es pensar que la constancia exige perfección: nunca fallar, nunca interrumpir. Esta expectativa rígida genera frustración. La verdadera constancia incluye altibajos y re-comienzos. Lo importante no es no caer, sino volver una y otra vez a la práctica. Perder un día no destruye el progreso, pero rendirse sí. En yoga, cada nuevo inicio reafirma el compromiso con el camino. La constancia se mide en años, no en días.

La clave para sostener la constancia es definir un mínimo sostenible: la práctica más pequeña que puedo mantener incluso en circunstancias difíciles. Tal vez un saludo al sol, tal vez tres respiraciones conscientes. Ese mínimo actúa como ancla: asegura continuidad y mantiene la identidad de practicante. Lo pequeño no es insignificante; es lo que permite sostener lo grande. Así la constancia deja de depender de la fuerza de voluntad y se apoya en un compromiso realista y amable.

Con el tiempo, la constancia transforma la práctica en parte natural de la vida. Ya no se trata de esfuerzo consciente, sino de un hábito integrado que da estabilidad interior. La constancia convierte la práctica en refugio en momentos de crisis y en raíz de crecimiento en tiempos de calma. En yoga, esto se traduce en un estilo de vida: la práctica deja de ser algo que hago y se convierte en algo que soy. La constancia, entonces, no es repetición vacía, sino la construcción silenciosa de una identidad alineada con lo esencial.

Ejercicios:
1. Diario de constancia: marca cada día de práctica y anota el efecto acumulado en 30 días.
2. Mínimo sostenible: define la práctica más pequeña que podrías mantener durante 1 año sin fallar.
3. Journaling: ¿Qué estoy construyendo a largo plazo con mi práctica regular?

Lecturas y películas/documentales:
• Mindset – Carol Dweck (mentalidad de crecimiento y perseverancia).
• The Last Dance (documental sobre Michael Jordan: constancia más allá

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